El primer día en que se estrenó el uso de radares, se labraron en Don Bosco unas 50 infracciones por superar los 40 kilómetros permitidos.
En este caso se realizaron procedimientos en dos sectores y por un total de cuatro horas (de 9 a 12).
Por otra parte en Avenida Cabrera, poco antes de las 18 y durante 60 minutos, cuatro operarios de la Guardia Urbana, con el apoyo de un técnico de la empresa proveedora de los equipos (Cecaitra) y dos policías, iniciaron la tarea en el sector ubicado entre la Escuela de Agricultura y la calle Pilmayquén.
Se controló únicamente la mano que va desde el centro hacia Wall Mart y fueron utilizados dos radares, uno de los cuales obtenía una imagen cada tres segundos. El resultado, al menos durante más de la mitad del operativo, no arrojó infracciones. Es más: el promedio de velocidad rondó los 50 kilómetros por hora.
“Claro que está todo señalizado. Cien metros antes se ubica la cartelería y luego los conos. El conductor sabe que no debe excederse”, dijo Gustavo Barbat, de la GUM.
El panorama de la tarde se presentó tranquilo. Sonrisas, algún bocinazo y también el dedo pulgar en alza fueron situaciones frecuentes. “Es muy común observar esas actitudes. Eso sí: cuando a la persona se la infracciona el insulto es casi un hecho”, reconoció el vocero.
Pablo Chesse, de mantenimiento, explicó que programaron los equipos para infraccionar a partir de los 64 kilómetros por hora, para “dar una pequeña tolerancia”.
Así como los inspectores municipales cuentan ahora con modernos equipos destinados a encontrar infractores, estos últimos también pueden apelar a la tecnología para evitar ser multados, para eludir los controles de tránsito o, en el mejor de los casos, para respetar los límites de velocidad que están en vigencia. Solo es necesario disponer de entre 1.200 y 2.800 pesos para comprar alguno de los tantos detectores de radares que se venden en el mercado y que hasta ahora no están prohibidos.